Yo fui uno de los seleccionados.
Ella me eligió y me dio el mapa de cómo llegar a su castillo, era tan grande que no podría describirlo, quedaba en las afueras de la ciudad, arriba de una montaña, rodeado de un bosque y un muro enorme que lo protege.
Mire el mapa y me di cuenta que sería casi imposible que alguien como yo pueda llegar, soy torpe, impulsivo, no acato reglas, no sé leer mapas, no entiendo de indirectas, me dan miedo los animales, no soporto caminar y soy muy ordinario.
Aun así, ella vale cada esfuerzo, así que agarre una mochila, puse lo necesario y empecé el camino.
Subí a un taxi, me llevó fuera de la ciudad y me preguntó si estaba seguro que quería quedarme ahí, que el lugar es peligroso y que mucha gente se pierde y ya no vuelve, saqué el mapa, se lo mostré y le dije “Pierda cuidado la princesa del reino me hizo el mapa para no perderme” él se río y me contesto “Traje a muchas personas con un mapa similar y todas terminaron volviendo a la ciudad, ya sea por cansancio, por perderse, por aburrirse de intentar, ninguna persona logro llegar si quiera al muro del castillo, suerte amigo”.
Los desafíos siempre me atrajeron, ya sea por ser el único que logró algo o porque me gusta hacer lo que otros no se animan, por una u otra razón, lo que me dijo el hombre me dio más ganas de llegar al castillo.
Me pare al principio del camino a la montaña, miré hacia arriba y era lejos, casi no se llegaba a ver la punta de la torre más alta del castillo, juro que lo primero que pensé es que sería muy duro, pero que todo lo que conlleva esfuerzo vale la pena.
Camine el camino de tierra, hasta donde empezaba la montaña, ya estaba agitado pero iba a seguir, la princesa había dibujado un espiral alrededor de la montaña, pero darle vueltas a la montaña me parecía estúpido, así que pensé que lo estaba entendiendo mal y que el espiral significaba otra cosa, a decir verdad mucho no entendía de su mapa, así que camine recto hacia arriba. Hacía un paso y me caía tres para atrás, me levantaba y volvía a intentarlo, hasta que entendí que el espiral alrededor de la montaña, significaba que debía subir dando vueltas, para ese entonces, ya tenía más de 28 caídas, algunos moretones y las rodillas un poco raspadas.
El camino de montaña, me dio mareos, dolores de panza infinitos y unos golpes que mejor ni recuerdo, pero también, me hizo conocer una Tortuga, que iba despacio hacia su hogar, un Erizo que al principio me tuvo mucho miedo y luego me dejó tocarle su nariz y un Sapito que me acompañó todo el camino, también me enamoré de muchos paisajes a medida que iba caminando y encontré un árbol perfecto, las raíces eran fuertes, las ramas también y había un hueco entre dos ramas donde entraría perfectamente la casita que quería construir.
Me enamoré de cada pedacito de esa montaña y entendí porque la princesa la había elegido para construir su castillo.
Llegue al bosque, estaba cansado, la ropa que tenía estaba sucia, las rodillas dolían mucho y los raspones ya eran heridas infectadas, estaba en “la puerta” del bosque, era oscuridad absoluta, mire el mapa y decía “No tengas miedo, la oscuridad a veces asusta, pero tu sigue adelante, no te distraigas y camina recto.” Agarre la linterna de la mochila y me adentre a la más profunda oscuridad, estaba con el Sapito, el me miraba con sus ojos grandes y saltaba en cada paso que yo daba, su mirada me recordaba a alguien, pero no me daba cuenta a quién…
La entrada del bosque, era oscura, tan oscura que no sabías dónde pisar, tanto que parecía que había un cartel en la puerta que decía “Entras bajo tu propio riesgo cariño”. Me reí, porque amo tomar riesgos y parecía que ese bosque me incitaba a adentrarme en él y sumergirme en su oscuridad.
Mire al Sapito y le dije “vamos, queda poco.” Y caminamos hacia el interior, mientras más entrábamos la oscuridad se apoderaba de todo, a veces me daba miedo perderme, pero miraba el cielo y había una estrella que constantemente estaba ahí, se había hecho de noche y esa estrella parecía mi guía.
Cuando estaba exactamente a mitad de camino, había luces de colores colgadas en los árboles, el bosque no daba miedo, la oscuridad que había al comienzo era cálida, no fría, no asustaba, daba ganas de entenderla y a medida que iba caminando notaba cómo me sentía seguro en él, y era raro, porque desde que entre en el bosque, incluso en la más profunda oscuridad, el Sapito siempre camino al lado mío y cuando me cansaba de caminar me saltaba arriba de la cabeza y se dormía entre mi cabello, descansamos 3 veces en el camino y nos acurrucamos a ver las estrellas mientras la noche transcurría, a medida que íbamos caminando el bosque se iluminaba más, sus árboles eran hermosos, había flores de todos los colores, existían flores que desconozco hasta de nombre, incluso habían animales extintos que daban ganas de sentarse horas a jugar, pero la princesa me esperaba y yo estaba ansioso por llegar.
S- ¿Por qué tienes tantas ganas de llegar al castillo?
O- Porque la princesa lo vale, ¿No viste su sonrisa?
S- No la conoces, sólo la has leído, viste fotos de ella, te eligió sólo para probarte a ver si llegabas o no y estoy seguro que no cree que llegarás.
O- Entonces debo demostrarle que puedo llegar, vamos, sigue saltando, debemos llegar.
Podía ver el muro del castillo, era más grande de lo que pensé, más alto y era imposible de escalar, el bosque era precioso, pero yo quería conocer a la princesa, y el bosque era el canal pero no el destino.
Salí del bosque, llegué al muro y lo recorrí todo para ver dónde estaba la puerta, ¡no había puerta! ¿Cómo entraba y salía la gente de ese lugar? ¿Cómo salía la princesa a recorrer la ciudad? ¿Por qué carajos no había puertas?
Mire al Sapito extrañado, me apoyé en el pasto, y el Sapo saltó arriba de mi panza, se acurruco en ella y suspiró.
S- Sabía que te rendirías.
O- ¿Quién te dijo que me rendí? Los ogros no nos rendimos, sólo buscamos la manera más inteligente de llegar dónde queremos, porque al ser feos, debemos ser inteligentes.
S- No eres feo, ante mis ojos, eres hermoso, y si no te rendiste, ¿Qué hacemos acostados así?
O- Sapito, ¿No te enseñaron que hay que disfrutar del camino, no solo del destino? A veces, no somos el destino, pero sí el camino, hay que disfrutarlo, de la compañía, del paisaje, de lo que tenemos.
El Sapito se asombró y saltó de mi panza al suelo, luego a mi mochila y saco el mapa, lo miré con alegría, había olvidado que estaba el mapa, lo abrimos y lo pusimos en el pasto, marcamos dónde estábamos y buscamos si había alguna pista en el mapa, lo único que decía es que había un cuaderno y una lapicera en el centro del muro, colgada de un árbol y que la puerta era lo que uno siente.
¿Lo que uno siente? ¿Cómo que lo que uno siente? ¡Siento frustración! ¡Eso es! Lo que siento es la puerta, ya entendí…
Agarre el cuaderno, lo guardé en mi mochila, saque la lapicera que colgaba del árbol, y dibujé un corazón en él, luego agarré el aerosol que siempre llevo conmigo y escribí sobre el muro lo siguiente:
No existen palabras para explicar lo que trasmites con tus escritos, no se inventó una poesía que pueda hacer justicia a tu belleza, no hay canción que describa lo que siento, ni música que de tanta paz como el sonido de tu risa, decirte que te amo sin haberte tocado nunca, suena ilógico, pero sé que me entiendes de las locuras, escalaria mil montañas y recorrería todos los bosques del mundo, iría al fondo del océano y nadaría hacia ti todas las veces que haga falta, porque tenerte a ti, lo vale todo.
Guarde el aerosol, me aleje un poco para ver cómo quedó, y el Sapito me saltó al hombro.
S- ¿Cómo te diste cuenta que tenías que decir lo que sentías? ¿Cómo sabes que eso hará que encuentres una puerta? ¿No crees que es muy estúpido escribir las paredes de un castillo? La princesa se enojara.
O- Puede ser, pero decía que había que hacer lo que uno siente, y yo no soy de las que escriben cartas, yo escribo muros, para que así me recuerde y sepa que mi corazón, está en su mano.
Mire si aparecía una puerta y nada… El Sapito me miraba y en silencio me decía “Te lo dije” lo miré y le dije, “Confía”.
Me di vuelta y en el árbol había una llave que no había visto antes, pero no había cerraduras para abrir y recordé que la princesa cree en la magia y que ama dibujar, así que agarre la lapicera y el cuaderno y dibuje una puerta con una cerradura y pegue la hoja en el muro.
Cerré los ojos y le rogué a la vida que funcione, los abrí despacio y ahí estaba, ¡Había una puerta! Agarre el cuaderno, el Sapito saltó a mi hombro y caminamos hacia el castillo.
La princesa estaba viendo el cielo, acostada en el parque, de pronto el Sapito desapareció, llegué hasta la princesa y me recosté a su lado, la princesa tenía los ojos cerrados, cuando me acosté los abrió, pero no se asombró de mi llegada, cuando me vio a los ojos, lo entendí todo…
Los ojos del Sapito, me recordaban a ella, el Erizo, la tortuga, todos tenían algo de ella, los rumores en el pueblo decían que ella era mágica, que podía hacer cosas que nadie más, y entonces recordé, cuando encontré a la tortuga, me sentía perdido y no entendía el mapa, ella entre charla y charla me guio hacia el camino correcto, el Erizo me mostró la ternura que puede esconder alguien que parece que sólo puede herir y el Sapito no me dejó solo ni siquiera en la mismísima oscuridad.
La princesa no sólo es mi destino, también fue el camino, ella me probó constantemente y me impulsó a superarme y superar mis miedos, sin dejarme solo ni un segundo.
Y si aún no entendieron, la montaña, el mapa, el bosque, la oscuridad, así de complicado es llegar a ella y vale todos los esfuerzos.
Ella se proclama tristeza, y alrededor de ella siente que todo es oscuridad, pero ella, siempre fue el faro, la luz, la profundidad del océano y su sonrisa cura todas las heridas, ella deja huellas por dónde sea que camine, ella es tatuaje, es Aeternum, es infinita, es utopía, es vida, alegría, amor.
Dan ganas de darle todo el amor que merece, escribirle millones de cartas, tatuarse el universo entero en la piel para que ella juegue a encontrar estrellas en tú cuerpo, llevarla a recorrer el mundo y acariciarle el cabello todas las noches.
Tenerla es tocar el cielo con las manos, sea de la forma que sea, tenerla es tenerlo todo en una enana con los ojos más grandes y más bonitos que vi, su sonrisa lleva galaxias, y conocerla, es lo más bonito que te puede suceder.
Te ama, el Ogro de tu cuento.
Excelente día,
Iván Hernández.